Alfred Hitchcock


En las noches de los viernes de 1960, el selecto conjunto de uruguayos que disponían de un aparato receptor veía por primera vez en la pantalla chica al Maestro del Suspenso presentando la que seguramente fue la mejor serie antológica de suspenso de la década, y quizá de todas las épocas: "Alfred Hitchcock" ("Alfred Hitchcock Presents", 1955/62; "The Alfred Hitchcock Hour", 1962/65).

Al inicio de cada episodio la silueta del maestro del suspenso era vista superponiéndose sobre su famoso contorno, con los compases de la Marcha Fúnebre para una Marioneta de Gounod. Luego Hitchcock introducía el episodio del día con un estilo que iba de irónico a excéntrico, en el que a menudo se burlaba del inevitable comercial que separaba su introducción del capítulo propiamente dicho. El dibujo de la silueta de Hitchcock había sido dibujada por él mismo.

Joan Harrison, la productora asociada, Norman Lloyd, y más tarde Gordon Hessler, estaban encargados de seleccionar unos cuarenta guiones cada temporada (de cientos que les eran remitidos). Estas historias, que derivaban hacia el terror o el suspenso, habitualmente culminaban de forma inesperada.

En el episodio "Vudú" se relataba la historia de un matrimonio que trabajaba en un campo petrolero sobre el Amazonas. La esposa, enamorada del socio de su marido, fingía volverse loca. Sin saber del engaño, y pensando que la salud de su esposa estaba en peligro, el marido ordena a su sirviente nativo que la lleve río abajo a un psiquiatra. Confundido, el nativo llevaba a la mujer a su tribu, "los mejores reducidores de cabezas del mundo". "Hice lo que me mandó", decía el nativo al regresar trayendo la cabeza reducida de la esposa. A menudo el mal parecía llevarse el triunfo final, en estricta contradicción del código ético de la TV de la época. Esta situación siempre era resuelta por el propio Hitchcock luego de la última tanda, cuando aparecía para explicar, en su modo más sardónico, qué tonta equivocación o hecho casual había hecho caer al villano.

Así sucedía en "DeMortius" en el que un profesor asesinaba a su jóven esposa entierrándola bajo el piso de la bodega de su casa, habiendo preparado previamente una coartada perfecta. En el epílogo del episodio Hitchcock explicaba que el crímen fue descubierto cuando el profesor volvió a casarse. Sin embargo, habían excepciones en las que el delito quedaba impune: en "Arthur" el dueño de un criadero de gallinas mataba en un ataque de celos a su novia Helen y aunque la policía tenía sospechas, nunca pudo incriminarlo. Hitchcock remataba la historia diciendo que Arthur, quien preparaba la ración de las gallinas en una gran máquina trituradora, había agregado a Helen como un ingrediente extra. 

La revista Time nombró a esta serie como uno de "Los 100 Mejores Programas de TV de Todos los Tiempos".